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Previenen de que los domingueros son una amenaza para las setas

Las poblaciones de hongos están en crisis. Científicos de la Universidad de Alicante piensan que sobre estos seres vivos confluyen diversas circunstancias amenazantes: cambio climático, alteraciones medioambientales, reducción o deterioro de  sus hábitats naturales… y el creciente castigo a que los someten los buscadores de setas. El incremento de esta afición, unido a la ignorancia y las prácticas dañinas de algunos recolectores, actúan de forma dañina para la continuidad de sus especies.

En el seno del Instituto de Estudio del Medio «Ramón Margalef» (IMEM) de la UA se siguen líneas de investigación relacionadas con estos organismos, que la ciencia considera un reino distinto al de las plantas. Uno de sus miembros, el investigador de Ciencias de la Tierra  Antonio Belda, se ha especializado en setas (la seta es la fructificación del hongo) comestibles, y ha realizado numerosas entrevistas para recabar datos acerca de las costumbres populares tradicionales de esta fuente de alimentación.

Señala LuisVicente López Llorca, director del IMEM, que este instituto proyecta editar un catálogo con todas las especies conestibles de la provincia de Alicante, recogiendo sus diferentes nombres, su forma de prepararlas y conservarlas, los tipos de hábitats donde crecen y otros datos. Indican que un avance de este proyecto se publicó hace un año, pero en este caso la relación de especies va a ser exahustiva.

El trabajo realizado por Antonio Belda ha consistido en entrevistas personales sobre hábitos y conocimientos relacionados con las setas. Ha constatado que las setas comestibles han sido tradicionalmente un medio de subsistencia con una cultura de su recolección, que tuvo una intensificación durante y después de la Guerra Civil. Era, por ejemplo, un recurso común durante el otoño en las masías, donde se sabía conservarlas secas, en aceite o con diversos procedimientos. Hoy, sin embargo, consiste fundamentalmente en una afición practicada tanto por expertos como por personas que carecen de formación para recogerlas adecuadamente.

Indica LuisVicente López Llorca que el deterioro de los espacios naturales lleva aparejado asimismo un acoso a la proliferación de setas, ya que los hongos están vinculados con frecuencia a especies vegetales determinadas, creciendo sobre sus raíces, sus troncos  o sus hojas muertas. Si determinados árboles desaparecen de un terreno, por ejemplo los chopos, desaparece de él también la especie de hongo asociada. Asimismo hay especies de hongos que provocan la muerte de árboles enfermos, con lo cual favorecen la regeneración natural de los bosques.  Aunque normalmente se relaciona a los hongos con lugares umbríos y húmedos del interior, hay especies que prosperan en ambientes inesperados, por ejemplo en las playas.  «No es cierto que la provincia no sea especialmente riqueza micológica, En cantidad tal vez no, pero sí en variedad o rareza por sus influencias desérticas». dice. Por ejemplo, hay especies asociadas a arbustos semiáridos, de mucho interés, como las «turmas».

Muchos entendidos, cuando descubren un apartado rodal de setas, no lo divulgan y lo preservan para asegurarse en exclusiva su recolección en la siguiente temporada. Los rodales, lugares del terreno donde surgen grupos de setas de una misma especie, se denominan así por su forma por lo general redondeada debido a que aparecen contiguos a ejemplares concretos de vegetales, por ejemplo de pinos en el caso del níscalo o rovellón. Ocurre que con frecuencia los hongos, en su competencia con las plantas por los nutrientes del suelo, generan sustancias que inhiben su germinación y crean visibles rodales.

Señalan que al dejar de ser las setas un recurso de subsistencia y a la regresión de la vida rural gran parte de la sabiduría popular se está olvidando. «Las setas se deben respetar, no hay que destruir su micelio, los filamentos ramificados bajo el suelo que persisten años y sobre los que cada otoño  fructifican en las setas», avisan estos investigadores. La seta se debe recoger sin arrancarla, sino cortando el tallo para no perjudicar al micelio. 

El desconocimiento y el temor a las especies venenosas hace que a veces se destruyan setas deliberadamente, ignorando con frecuencia que a pesar de su supuesta nocividad para el consumo humano tienen un alto valor ecológico. Incluso pueden ser raros ejemplares de especies amenazadas. O, por el contrario, pueden desechar ejemplares de aspecto sospechoso sin saber que tienen un alto valor gastronómico.  Existen normativas que afectan a la recogida de setas, a veces específicas para determinados espacios de protección. Los investigadores de la UA propugnan el incremento de la formación de los aficionados por medio de programas o cursos, o potenciando el ecoturismo micológico.

La creciente presión de los buscadores de setas domingueros es por ello un peligro para las poblaciones de hongos. Son cada vez más abundantes en otoño, llegan cada vez a más rincones con sus todoterrenos y están progresivamente distanciados de la cultura de la recolección que tenían sus mayores nacidos en ámbitos rurales. Incluso llegan a utilizar rastrillos o bastones que destrozan el suelo.

La actividad humana tiene además otras consecuencias perjudiciales, como la regresión de los espacios naturales  Asimismo, las manchas repobladas con una sola especie de árbol impiden la reproducción de hongos que estén vinculados a una determinada especie. O puede tener consecuencias indirectas, como ocurre con la excesiva proliferación de jabalíes en algunas zonas con el cambio de uso del suelo. Estos animales, que hozan en busca de setas, pueden causar importantes daños. El mismo abandono de antiguas sendas rurales perjudica a algunas especies de hongos, ya que en sus márgenes. despejados de ramajes encontraban la luz necesaria para su supervivencia.

 Fuente: UA