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Analizan los celos infantiles y su relación con una baja disciplina parental

Enrique Monzó, profesor de la Universidad Católica de Valencia (UCV) y del colegio Escuelas Pías de San Joaquín, ha propuesto en su tesis doctoral medidas educativas eficaces para que los padres puedan ayudar al niño que sufre celos de sus hermanos, mitigar los efectos de sus conductas y ayudar a que este sentimiento sea una oportunidad para su maduración y crecimiento. Igualmente, ha subrayado que “el rigor y la ternura deben acompañar de modo indisoluble a la educación”.

La investigación se centra en los factores predisponentes de los celos infantiles, para lo que este maestro y pedagogo ha analizado las fortalezas y debilidades de los niños medidas por sus madres y el estilo de crianza en una muestra de 344 familias con niños de entre 0 y 14 años.

“Aunque el problema de los celos como algo patológico requiera de ayuda psicológica o incluso clínica, conviene que los padres pongan en práctica ciertas actuaciones que sirvan para moderar este sentimiento y reducir las conductas problemáticas que puedan surgir derivadas del mismo”, ha asegurado este experto.

Así, propone en primer lugar valorar las conductas inadecuadas causadas por los celos. “Los padres podríamos caer en dos tentaciones opuestas, aunque igualmente contraproducentes: una es disculpar al niño para no aumentar su sufrimiento, pero abstenerse de la corrección es educar en la convicción de que se puede rivalizar e incluso odiar a los rivales. La segunda es la del excesivo rigor que lleva a exasperar a los hijos y que solo provoca apocamiento o resentimiento. Si la corrección es acompañada por la cólera de los padres, no es verdadera corrección”, ha expresado.

Enseñar al niño a compartir es otra propuesta del profesor de la UCV: “En ocasiones se tiende a colectivizar, pero esto es desvirtuar la verdadera naturaleza del verbo y devaluar la acción misma que queremos ensalzar. El objetivo no debe ser conseguir que se puedan utilizar los juguetes o la habitación sin que surjan conflictos, sino más bien otro más elevado que es lograr que nuestros hijos sean generosos”, ha afirmado.

Educar al servicio, la memoria y la comunicación

Monzó sugiere también educar en el servicio. En este sentido, “la familia es un lugar privilegiado. Cuando los hermanos se ayudan, establecen entre ellos vínculos afectivos muy duraderos”, ha asegurado.

Reeditar la memoria es otra medida eficaz, pues “los niños pueden padecer celos cuando no sienten que el amor que reciben de sus padres sea tan grande como el que reciben sus hermanos”. Por esta razón, propone dos procesos complementarios: “invertir mucho tiempo a relacionarnos con nuestros hijos, proporcionándoles multitud de ratos buenos y anécdotas para contar, y ayudarles a reinterpretar su historia para que puedan bendecir por todos los momentos vividos”.

Otra clave es “utilizar una comunicación asertiva que nos permita expresar nuestros pensamientos y sentimientos de modo que no hieran los de los demás”. Asimismo, Monzó recomienda que los padres no muestren preferencias por ninguno de sus hijos.

Los resultados de la tesis doctoral, defendida en la UCV, muestran la ausencia de celos patológicos en los niños de la muestra, la presencia de conductas celosas de forma ocasional y transitoria -que no llega a suponer un problema familiar- así como una relación significativa entre los celos infantiles con la percepción de una baja disciplina.

Igualmente, el pedagogo ha encontrado una diferencia significativa en función de la posición en la fratría, siendo en las familias con más de dos hermanos la posición del mediano la que muestra mayor incidencia y amplitud de la conducta de celos.

Fuente: UCV