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Un estudio señala la necesidad de incluir las zonas hiperáridas en el dominio de la desertificación

Un estudio liderado por el Laboratorio de Ecología de Zonas Áridas y Cambio Global de la Universidad de Alicante (UA) y publicado en Nature Sustainability, señala la necesidad de incluir las zonas hiperáridas en el dominio de la desertificación. El uso masivo de las aguas subterráneas con fines agrarios amenaza con deteriorarlas de manera irreversible y, con ello, amplias regiones perderían para siempre este recurso vital y se desertificarían.

Coincidiendo con el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía, celebrado el pasado 17 de junio, Naciones Unidas señala que “la desertificación es la degradación de las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas como consecuencia de las variaciones climáticas”. En estas tierras secas viven 2.100 millones de personas, se encuentra el 50% de la ganadería mundial y el 44% de las tierras de cultivo. Se estima que entre el 10-20% de esos 59 millones de km2 están severamente degradados y unos 250 millones de personas se ven directamente afectadas por ello. Además, se espera que el calentamiento global y las sequías más intensas y duraderas asociadas al cambio climático podrían agravar estas cifras.

Sin embargo, aún persisten ciertas dudas conceptuales alrededor de la desertificación, lo que impide el desarrollo de herramientas adecuadas para su detección y solución. El trabajo liderado por el investigador postdoctoral del Laboratorio de Ecología de Zonas Áridas y Cambio Global de la UA, Jaime Martínez Valderrama, ahonda en una de estas inconsistencias y pone de manifiesto la necesidad de extender el ámbito de la desertificación a las zonas hiperáridas que ocupan 9,5 millones de km2. Por otro lado, insiste en la necesidad de diseñar indicadores de alerta temprana específicos para estos lugares.

Las zonas hiperáridas coinciden con los desiertos más extremos que pueden encontrarse en la Tierra, donde se suponía que era imposible la actividad humana y, por tanto, la desertificación. “Dicho de otra manera, ¿quién iba a imaginar que se podían desertificar los desiertos? El desarrollo de la tecnología de perforación de pozos y la disponibilidad de energía barata ha permitido el bombeo de aguas subterráneas a gran escala. El auge de explotaciones agrícolas en lugares impensables (como las vaquerías del desierto Arábigo) ha supuesto el deterioro de estos inmensos reservorios de agua. Así, las regiones hiperáridas han entrado de lleno en la definición de desertificación. Además, la progresiva aridificación del clima está convirtiendo territorios que eran áridos en hiperáridos. Si nos atenemos a la actual definición de desertificación estos quedarían automáticamente liberados del problema pese a que se pueden desertificar”, explica Martínez Valderrama.

“Estos argumentos justifican la necesidad de ampliar el ámbito de la desertificación a las regiones hiperáridas y la necesidad de diseñar herramientas específicas para su monitoreo, que han de centrarse en el seguimiento de las zonas de regadío y de los niveles piezométricos de las masas de agua subterráneas explotadas”, indica el Fernando T. Maestre, investigador distinguido de la UA, director del Laboratorio de Ecología de Zonas Áridas y Cambio Global e investigador principal del proyecto BIODESERT, financiado por el Consejo Europeo de Investigación y que ha permitido llevar a cabo esta investigación.

Referencia bibliográfica

Martínez-Valderrama, J., Guirado, E., Maestre, F.T. 2020. Desertifying desertsNature Sustainability, doi: 10.1038/s41893-020-0561-2.

Fuente: UA