El equipo Salusex de la Universitat Jaume I de Castelló (UJI), liderado por el profesor Rafael Ballester, y el programa UJI Hàbitat Saludable han realizado un estudio sobre el impacto que la pandemia de la COVID-19 ha tenido en la vida del estudiantado de la universidad pública de Castellón. Entre las conclusiones destaca el impacto psicológico o académico que ha manifestado el estudiantado como consecuencia de la pandemia, pero también su comportamiento ejemplar en conductas de salud y seguimiento de las medidas preventivas.
El investigador principal del estudio, Rafael Ballester, recalca que «en contra de los mensajes que continuamente se lanzan sobre la irresponsabilidad de los jóvenes, este estudio muestra una imagen muy distinta, la del estudiantado universitario de la UJI, unos jóvenes profundamente afectados por la pandemia que están mostrando una gran madurez y responsabilidad a la hora de afrontar las restricciones derivadas de la misma y de los que la UJI puede sentirse muy orgullosa».
El estudio se ha realizado a partir de una encuesta, administrada en febrero del 2021, en la que han participado 1.490 estudiantes de la UJI, de los que el 20,7% se consideraban hombres, 68,2% mujeres y el 0,6%, no binarios. Todos los centros han estado representados en la encuesta, con un 14,6% de participantes de la Escuela Superior de Tecnología y Ciencias Experimentales, un 23,9% de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, un 24,8% de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas y un 18,8% de la Facultad de Ciencias de la Salud. En cuanto al tipo de estudios, un 89,3% eran estudiantes de grado y el resto, de máster y doctorado.
Alto impacto psicológico, social y sexual
Los jóvenes universitarios de la UJI han manifestado sentirse muy afectados por la pandemia en diferentes ámbitos de su vida.
Los resultados de la encuesta indican un alto impacto psicológico de la pandemia en los jóvenes universitarios en cuanto a niveles de preocupación, estado de ánimo o gestión de la incertidumbre, además de un resentimiento de la vida social y sexual. Concretamente, un 94,2% se ha mostrado bastante o muy preocupado por sus seres queridos, seguido de un 86,7% de preocupación por su futuro y un 70,4% por su salud.
Como consecuencia de la pandemia, un 84% ha afirmado tener afectado negativamente su estado de ánimo, un 79,1% padecer bastante o mucho estrés, un 75,1% ansiedad, un 69,8% aburrimiento, y un 82,4% ha manifestado que esta pandemia se le estaba haciendo bastante o muy insoportable.
La mayor parte ha señalado la incertidumbre respecto a cómo será su vida en los próximos meses como lo peor de la pandemia (82,7%), seguido del distanciamiento social (76,8%), no poder ver ni tocar a los abuelos u otros seres queridos vulnerables (70,8%) o no comprender o compartir las decisiones que toman las autoridades políticas para combatir la pandemia (50,2%).
Además, solo un 37,6% se ha mostrado bastante o muy optimista respecto al futuro de la pandemia. La mayoría considera que se tardará uno o dos años en volver a tener una vida igual que antes (36,7%), para un 25,8% más de dos años y un 14,3% incluso manifiesta que nunca volverá a ser igual. En ese sentido, lo que más han echado de menos es su vida social (89,4%), el contacto físico con otras personas (besos y abrazos) (74,2%), la vida de estudiante (54,4%), su vida familiar (51,5%), y finalmente su vida sentimental y sexual (33,3%). En este último ámbito, un 40,2% considera que ha empeorado su vida sexual, sobre todo porque ha disminuido la frecuencia de actividad sexual (73,4%) y porque ha tenido menos oportunidad para tener relaciones de pareja (63,3%).
Más valor a las clases presenciales
Desde el punto de vista académico, la mayor parte del estudiantado (70,9%) piensa que la pandemia ha afectado significativamente a su formación, un alto impacto que, según los resultados, parece haber repercutido en una revalorización de las clases presenciales.
En el momento en que se pasó la encuesta, febrero de 2021, cuando la situación sanitaria era preocupante, solo un 4,8% eran partidarios de las clases presenciales, un 46,1% consideraba que debían ser online y un 49,2% mixtas, de manera que el alumnado pudiera elegir. No obstante, se hace patente un reconocimiento al valor de las clases presenciales: un 60,5% manifiesta que de ese modo le resulta más fácil mantener la atención y aprender; a un 51,3% le ayuda a tener una cierta sensación de normalidad; para un 46,2% es positivo tener el tiempo más pautado y mantener sus hábitos; un 42,5% manifiesta que las clases presenciales son una ocasión para relacionarse socialmente; y para un 31,9% le hace sentir al acabar el día que ha cumplido con sus obligaciones. Solo un 7,9% afirma que no le aporta nada en especial.
Por lo que respecta a los exámenes, el 72,6% prefería que se hicieran de manera online. Por otro lado, un 76,3% considera que las prácticas externas debían mantenerse a pesar de la situación sanitaria.
Una conducta de salud ejemplar
En cuanto a las conductas de salud del estudiantado y su seguimiento de las medidas preventivas, el comportamiento ha sido ejemplar, con una elevada percepción de la gravedad de las consecuencias de la enfermedad y un alto grado de confianza tanto en los métodos de protección como en la vacuna.
Solo un 7% no ha percibido ningún riesgo de infectarse con el COVID-19, frente a un 61,2% que ha percibido algún riesgo y un 31,7% que lo ha considerado bastante o muy probable. Un 91,2% ha sentido gran temor a infectarse, y destaca un 19,6% que se considera muy asustado ante esa posibilidad. Además, la mayoría percibe el COVID-19 como una enfermedad grave o fatal (90,2%) y cree que sus consecuencias podrían ser bastante o muy graves para ellos (34,8%) y más aún para su entorno (81,2%).
El 98,3% del estudiantado tiene claro que el COVID-19 es una enfermedad real de la que hay que protegerse y confía mucho en la higiene de manos (89,1%), el uso de mascarilla (88,3%), el distanciamiento social (88,1%) y la vacuna (82,8%), como métodos de prevención. En este sentido, también sus comportamientos han sido responsables. Un 97,8% manifiesta cumplir bastante con el uso de la mascarilla, un 87% con el distanciamiento social y un 85,8% con la higiene de manos.
El negacionismo es prácticamente nulo. Sólo un 2,7% piensa que la COVID-19 es una invención para tener una buena excusa para la privación de libertades. La principal razón para no cumplir totalmente con las medidas preventivas han sido el olvido (49,2%) o sentirse cansado de las mismas (26,3%). Por el contrario, las principales razones para seguirlas han sido cuidar a la gente que quieren (85,9%) y considerar que son importantes para su salud (60,6%).
En aquel momento, febrero de 2021, un 89,6% se consideraba capaz de seguir todas las recomendaciones sanitarias mientras durase la pandemia, aunque respecto a la vacuna un 7,1% no pensaba ponérsela por dudar de su eficacia o por el posible perjuicio para su salud. En el momento en que se realizó la encuesta, solo un 37,9% tenía esperanza de que esta le llegaría a lo largo de este año. Los lugares donde se sentían más seguros eran su hogar, seguido del centro donde realizaban las prácticas, el campus, el aula, su vida social, yendo de compras y en último lugar, el transporte público (6,4%).
Por lo que se refiere a los protocolos preventivos de la universidad pública de Castellón, solo el 2,8% ha afirmado no conocerlos y el 83,5% sabe a quién dirigirse en la UJI en caso de ser positivo o tener un contacto estrecho.
Consecuencias positivas
Finalmente, también cabe destacar que para un 63,7% la pandemia ha tenido alguna consecuencia positiva, concretamente valorar más algunas cosas de la vida (80,2%), dedicarse más tiempo a sí mismo (55%), apreciar qué personas son las más importantes para él/ella (54,7%), su crecimiento personal (50,8%), darse cuenta de lo afortunado que era antes (50%), reconocer la importancia de cuidar a los demás (43,5%), pasar más tiempo en familia (43,2%), priorizar su salud (42,9%), hacerse más reflexivo (42,5%) o realizar actividades que antes no hacía tanto como leer, escuchar música, etc. (37,4%).
Fuente: UJI