El equipo liderado por Manuel Porcar, investigador del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I²SysBio, centro mixto de la Universitat de València y del CSIC) ha recibido un premio IG Nobel a las investigaciones insólitas por su trabajo alrededor de la carga bacteriana contenida en chicles pegados en el suelo durante semanas y la evolución de la misma, en cinco países diferentes. El artículo fue firmado en octubre de 2020 en Scientific Reports, firmado por Leila Satara, Alba Guillén, Ángela Vidal-Verdú y el propio Manuel Porcar
Los IG Nobel, fallados el 9 de septiembre, son una parodia a los prestigiosos Premios Nobel –de hecho, se otorgan en fechas cercanas– y están promovidos por los editores de la revista de humor científico Annals of Improbable Research. Desde 1991, premian investigaciones que primero hacen reír, pero que hacen pensar. El trabajo liderado por Manuel Porcar ha recibido el premio en la categoría ‘Ecología’.
“Ha sido una sorpresa recibir el premio IG Nobel, pero también lo vemos como un reconocimiento a la tarea original y que puede ser divertida de muchos ecólogos y gente que participa en la bioprospección y que nos pasamos la vida viajando con un tubo estéril en las maletas para tomar muestras de todo el mundo y contribuir a expandir el arsenal de cepas microbianas y de productos naturales que tienen una enorme abanico de aplicaciones industriales y biomédicas”, explica Manuel Porcar.
Según el investigador, “los chicles podrían ser vectores de enfermedades bacterianas mucho tiempo después de ser tirados al suelo. Hemos encontrado bacterias que pueden servir para limpiar los chicles, ¡porque se los comen!”. El experto añade que “los chicles tienen una carga bacteriana que evoluciona de un microbioma oral a uno ambiental en cuestión de semanas. Las bacterias orales aguantan sorprendentemente mucho tiempo una vez que el chicle está en el suelo. Además, muchos de las bacterias que hemos aislado de los chicles más viejos tienen potencial para bioremediar el chicle, es decir, degradarlo”.
El equipo de investigación del I2SysBio apunta que estos residuos de larga duración se han utilizado para el análisis genética humana en criminología y arqueología, y además remarca que sus hallazgos tienen implicaciones para una amplia gama de disciplinas, incluida la medicina forense, el control de enfermedades contagiosas o la ya comentada biorremediación de residuos de chicle.
La investigación demostró también que la carga bacteriana de los chicles cambia en cuestión de semanas y que las bacterias orales aguantan sorprendentemente mucho tiempo cuando el chicle está en el suelo. Esta investigación se puede aplicar en medicina forense o control de enfermedades contagiosas.
El estudio se centraba en la distribución de bacterias según la profundidad a la que se encuentran (capas superficiales, intermedias e inferiores del residuo), la capacidad de biodegradación de los ingredientes de los chicles y las sucesiones microbianas después de pasar tres meses de exposición al aire libre. Se ha analizado la diversidad bacteriana de las muestras a través de Secuenciación Masiva de ADN (NGS en sus siglas en inglés).
Los chicles son residuos que permanecen durante mucho tiempo en superficies de interiores, al aire libre, pegados en edificios o incluso en obras de arte. Para este estudio el equipo recogió un total de diez muestras, dos en España, Francia y Singapur, y una en Grecia y Turquía. Todas se recogieron del suelo con una rasqueta esterilizada y fueron transportadas al laboratorio, donde se conservaron a una temperatura de -80 ºC hasta su análisis.
El artículo firmado por Leila Satara, Alba Guillén, Ángela Vidal-Verdú y Manuel Porcar describe una caracterización completa sobre el contenido bacteriano del chicle mediante técnicas dependientes del cultivo e independientes, a diferencia de otras investigaciones que se centran en la mejora a la hora de limpiar los chicles tirados al suelo, hacerlos menos adhesivos, solubles en agua o degradables. Además, el equipo remarca que este material adhesivo “puede contener una fracción importante de la microbiota oral, toxinas y algunos patógenos como Streptococcus spp. y Actinomyces spp., que permanecen atrapados en el residuo pegajoso y donde su supervivencia a lo largo del tiempo ha recibido muy poca atención”.
Artículo: Satari, L., Guillén, A., Vidal-Verdú, À. et al. The wasted chewing gum bacteriome. Sci Rep 10, 16846 (2020).
Fuente: PCUV