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Silicon Valley destina al transhumanismo la tercera parte de su presupuesto en I+D+i para nuevas tecnologías

Enrique Burguete, profesor de la Universidad Católica de Valencia (UCV), ha subrayado que el transhumanismo “no es sólo un movimiento filosófico ni una distopía propia de la ciencia ficción, sino una realidad a la que se destina la tercera parte del presupuesto en I+D+i que invierte Silicon Valley para las nuevas tecnologías”.

Así, lo ha presentado como “la gran cuestión de nuestro tiempo: el deseo humano de tomar las riendas de la evolución mejorando, expandiendo o incluso transformando nuestra propia naturaleza a partir de la esperada singularidad tecnológica y de la convergencia de las tecnologías NBIC: Nanotecnología, Biotecnologías, Tecnología de la Información y Ciencias del Conocimiento”.

Burguete ha participado en las jornadas La vida humana. Ciencia y Verdad. Razones para la Esperanza -organizadas por el Observatorio de Bioética de la UCV y el Secretariado Diocesano para la Defensa de la Vida- con una conferencia en la que ha distinguido tres ámbitos de aplicación de la tecnología en el ámbito de la salud: la terapia, el mejoramiento y el transhumanismo.

La terapia persigue restablecer la funcionalidad los órganos alterados por una patología para devolverles su funcionalidad. Este objetivo “no presenta ningún problema ético, sino todo lo contrario”, ha reconocido el ponente, quien ha valorado positivamente, entre otros ejemplos, el uso de endoprótesis para corregir discapacidades, la neurotecnología y la electrofisiología para paliar los efectos del Parkinson y los implantes cocleares que permiten recuperar audición.

El mejoramiento, en cambio, supone intervenir en línea germinal o somática para ampliar las capacidades humanas hasta límites que exceden lo humano. “No atiende a la discapacidad, sino que aspira a la híper-capacidad”, ha subrayado este experto, quien ha ilustrado su diferencia con la terapia citando diversos ejemplos, entre ellos, la actual investigación sobre un ojo artificial de naturaleza orgánica, que, “si bien en su versión básica tendría una función terapéutica, en su versión mejorada podría filtrar la luz y ajustar el enfoque además de sacar fotos y mandarlas por WiFi, acceder al e-mail y otras funciones similares”.

Otros objetivos del mejoramiento son la ampliación de las funciones cognitivas mediante la conexión de nuestro neocórtex a cerebros periféricos de naturaleza artificial o el implante cerebral de nanochips para mejorar la memoria a largo plazo -probado ya con éxito en animales- o el control emocional y moral mediante el consumo de biofármacos y drogas de la personalidad.

“Incompatible con la dignidad del ser humano”

Fundamentalmente, el profesor de la UCV se ha referido a la selección de embriones mediante el Cribado Genético Preimplantacional o la alteración del patrimonio genético con la técnica CRISPR-cas 9, que permite editar o corregir el genoma de cualquier célula modificando su secuencia y eliminar o insertar en ella nuevo ADN, no necesariamente humano.

“Aunque esta técnica se ha mostrado eficaz para corregir, en el estado fetal, enfermedades que pueden ser letales tras el nacimiento, no está exenta de problemas éticos que deben tomarse en consideración. Tampoco lo está la creación de genoma humano sintético, esto es, de embriones artificiales capaces de crear descendencias invulnerables a los virus o al cáncer. Embriones que no procederían del encuentro amoroso entre un hombre y una mujer, sino que tendrían el estatus de producto deseado, exclusivamente, por su perfección genética”, ha afirmado Burguete.

Tras señalar que el objetivo final del transhumanismo es “alcanzar un modo de vida impermeable a la vejez, resistente a toda enfermedad y que pueda perpetuarse en el tiempo a través de una vida postbiológica, principalmente digital”, el profesor de la UCV ha mostrado las contradicciones y reduccionismos de este objetivo, “incompatible con la dignidad del ser humano”.

De este modo, este experto ha advertido de que “el escalón final del transhumanismo sería la creación del Posthumano, un cyborg inmortal o un software al que se transferiría el conocimiento y la conciencia personal”. Por eso, ha invitado a investigadores, profesores y alumnos a “resistir frente a las dos supersticiones de nuestra cultura científica que han conducido a esta aberración: la hipostatización de un progreso tecnológico vectorial e irreversible; y el anhelo de emancipación de la conciencia humana frente a la naturaleza. Dos ideas que reducen al ser humano a un mero estado de conciencia y consideran el cuerpo como una prótesis reemplazable”.

El transhumanismo, ha concluido Burguete, “aspira a convertir al hombre en Dios a través del nuevo fruto del árbol de la vida, la convergencia NBIC, desconociendo que es Dios quien se ha hecho hombre, dignificando nuestra condición mortal y vulnerable, iluminando el sentido del sufrimiento y ofreciéndonos un futuro ciertamente mejor que la perpetuidad digital de una memoria escaneada: la resurrección de la carne y la vida eterna”.

Fuente: UCV